"Comencé a tocar el violín a los siete años de edad, sin ningún deseo. Empecé otra vez a los nueve, con un poco más de ganas, gracias a mi querido Gaby Gaglio, del Conservatorio de Niza, Dede Robert, amigo de la familia, mi querido Veda Reynolds del Conservatorio de Lyon, y, por supuesto, Marie-Claude Apap, mi creadora, quien me trajo, sin que yo se lo pidiera, al Planeta Tierra. Pero le estoy muy agradecido por ello. De todos modos, estos maestros me enseñaron cómo tocar Sevcik y Kreutzer, casi en afinando, y concertos con vibratos en cada nota, casi afinando. Al mismo tiempo, escuché a los grandes –Fritzi, Yehudi y Zino. Aprendí más sobre el viejo cascarrabias Jascha con la gran Nina Bodnar.
Si usted desea saber cuál es mi compositor favorito, bueno, me gusta todo lo que toco, o no estaría tocándolo, a menos, por supuesto, que el dinero fuera generoso. Entonces lo tocaré, pero estaré seguro de no tocarlo otra vez, a menos que el dinero sea generoso.
Empecé a tocar el violín a los veintiséis años de edad. Mejor tarde que nunca.
Me tomó diecisiete años darme cuenta (con todo el debido respeto hacia los compositores fallecidos) que había algo allí que podía abrir mi tercer ojo y todos mis chakras: la música folk. Había escuchado ya un poquito de jazz, blues, swing y música gitana, pero nunca los sonidos de Tommy Jarrell, Kevin Burke, Bill Monroe, Ramanujam, su hijo Balaji, y Dennis McGee.
Luego fueron mis compinches de viaje. El gran Jimmie Wimmer, quien me enseñó “The Cumberland Gap” y algunas melodías irlandesas, gratis, y mi otro compañero, Phil Salazar, que me cobró $27.48 por una hora de hierba azul, grabaron “Sally Gooden” para mí, y declararon que yo les había preguntado cómo hacer para tocar tan sucio como ellos.
En mi cumpleaños número 27 (que fue el 21 de mayo de 1963, en Bougie, Argelia), Phil me llevó a mi primera terapia de grupo, en el Festival de Música Strawberry, en Yosemite, que me curó de todas las enfermedades mentales que había contraída en los conservatorios franceses e institutos americanos a lo largo de los años. Escuché a mis amigos Ken y Jeannie Kepler, así como tocan melodías Cajun, entran en esta música tradicional para violín de Nuevo México, de los indios Guachi. Peter Feldman, en fin, los dos nos habíamos divorciado casi al mismo tiempo. Me cocinó una buena sopa de guisantes y me preguntó si podía tocar “Dixie Breakdown”.
¿Y qué pasó? Bueno, todavía siento ese amor por los compositores clásicos vivos y muertos.
Yehudi Menuhin una vez escribió una frase para mí. Si mi vida dependiera de ello, no podría armar una frase así. De manera que aquí está. Espero que les guste.
´La diferente música folclórica, en particular la de los pueblos que, lamentablemente, están en vías de extinción, está para que la asimilemos, está para que nos inspiremos en lo que tiene para ofrecernos, por sus características, y para garantizarle a esta música un nuevo resurgimiento a través de la imaginación creativa de los músicos que son capaces de tocar todo. Para mí, usted es el ejemplo de un músico del siglo XXI. Usted representa la dirección en la que la música debe evolucionar; por un lado, el respeto patrimonial por las preciosas obras clásicas, presentándolas en un estilo correcto y con la intensa comunicación que era adecuada en su época; por otro lado, el descubrimiento de la música [popular] contemporánea y su elemento creativo, no sólo en la improvisación, sino también en la interpretación´".
Cómo puede uno deshacerse de enfermedades mentales causadas por hongos contraídos en conservatorios de música, y qué se puede hacer si uno está llorando, rechinando los dientes, levantando el hombro derecho o el izquierdo y el profesor está gritándonos palabras feísimas, según receta de Gilles Apap:
“Vete a casa, toma un lindo baño caliente. Agrega dos gotitas de aceite de romero, una gotita de manzanilla romana, tres gotitas de madera de sándalo. Deja pasar unos diez segundos entre cada gota. Enciende unas velas, perfumadas si es posible. Toma el control remoto de tu cd. Deshazte de tus ropas, y entra en la confortable, agradable, agua caliente. Cierra tus ojos y no te olvides de respirar. Toma el control remoto, y presiona el cd número uno. Escucharás a Fred Cockerman y Tommy Farrell –un dueto de violín y banjo. Después de 55 minutos de esta maravillosa música, puede que tengas la necesidad de orinar. Ten cuidado, porque el hecho de orinar en la bañera puede entrar en conflicto con los esencias aromáticas potenciadoras. Pero sin importar lo que pase, mantente concentrado en tu respiración. (El latido de tu corazón, ahora, debe ser un poquito más lento). Cambia al cd número dos. El jugueteo fuerte de Kevin Burke en “If the cap fits”. Te permitirá relajarte en serio, y tomar conciencia de ti mismo y nada más que ti mismo… Se cuidadoso al salir de la tina. Sécate, y toma una maravillosa infusión de manzanilla mientras presionas el tercer botón, y estarás escuchando a Stuff Smith: “The mad genius of the violin, vol. I”. Te sentirás muy, pero muy relajado. Luego, ve y toma una pequeña siesta. Mantente respirando todo el camino hasta tu cama. Espero que lo hagas, y que hayas cambiado las sábanas y puesto una bolsita de lavanda debajo de la almohada. Ahora es el momento de que reflexiones sobre el mal día que tuviste y cómo podrías hacer para tratarte un poquito mejor a ti mismo”.
Críticas fulminantes (una muestra):
Carta al Editor, Santa Barbara News-Press, 2 dic 1999.
"Asistir al reciente concierto de Gilles Apap en Victoria Hall ha resultado ser una de las experiencias más decepcionantes y frustrantes de mi historia musical. Decepcionante porque aquí está un artista musical con un talento otorgado por Dios, que se convirtió en un “animador” de una manera barata, vulgar y exhibicionista.
Su aparición, con su camisa suelta, fue definitivamente etiquetada (hippie) y sus travesuras con el violín –punteando las cuerdas al revés- fueron groseras. Sus libertades con el Concierto de Mozart fueron tan desconcertantes para mí como para todos los estimados miembros de la orquesta sinfónica, que estaban demasiado traumatizados como para salir del escenario en protesta.
Su número final, respaldado por un piano, un guitarrista y un contrabajo, fue una absurda mezcolanza musical de popurrí con poca o ninguna significación musical en absoluto.
Se ha convertida en un cultista y, por lo tanto, ha recibido una ovación de pie por parte de sus fanáticos adoradores, que igual hubiera ocurrido si tocaba “palillos”.
Vamos, Gilles, usted tiene talento. No degrade su talento musical con una aparición y performance barata y vulgar. Esperamos un mínimo de profesionalismo en un prodigio musical multi-talentoso". Edie Marquedtson
Si desean visitar su sitio web, de donde extraje todos los datos, aquí es: http://www.gillesapap.com/
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