Mientras su público continúa envejeciendo y reduciéndose, el futuro de la música clásica depende más que nunca de atraer a nuevas generaciones de admiradores. Los modernos artistas y profesores se dedican a cultivar prodigios para convertirlos en grandes artistas del futuro, pero sus esfuerzos son fútiles si no se desarrolla patrones para escucharlos. Los promotores intentan formar jóvenes oyentes, pero están pagando un precio muy alto para los músicos de las generaciones pasadas, que con demasiada frecuencia también alienaron a la juventud con una actitud distante y adusta.
Más que cualquier otro director de su época, Lepold Stokowski (1882-1977) trató de compartir activamente su música con los más jóvenes. Estremecidos con su papel en “Fantasía”, los elitistas acusaron a Stokowski de complacer el gusto de las masas y degradar la nobleza de su arte. Pero en el mismo año en que “abarataba” la gran música al nivel de las caricaturas de Disney, Stokowski se embarcaba en una aventura mucho más elevada que ni los puritanos pudieron despreciar: la creación de una nueva orquesta compuesta enteramente por jóvenes norteamericanos.
Tal como lo relata en sus notas Noah Andre Trudeau, la “All American Youth Orchestra” “era un concepto nacido de los grandes ideales y de su resentimiento personal”. Stokowski buscaba combatir la propaganda nazi, que pregonaba las maravillas de la juventud de Hitler, con una declaración artística proveniente de jóvenes emisarios del mundo libre.
Pero su objetivo no era del todo desinteresado, ya que aprovechó la oportunidad para expresar su frustración con la RCA, su compañía discográfica, que se había negado a patrocinar una gira de Stokowski pero que luego había lanzado una con Toscanini, su otro director estrella. Mientras que su Orquesta de Filadelfia permaneció bajo un contrato exclusivo con la RCA, Stokowski no enfrentaría restricciones de este tipo con su nueva orquesta. Y así creó una, firmó un contrato con la rival Columbia, y luego procedió a grabar con su nueva orquesta varias de las obras que la RCA había querido que grabara.
Los anuncios para la compañía de 1940 generaron unos 15,000 solicitantes. Los finalistas fueron seleccionados a través de cinco rondas de audiciones locales, estatales, regionales y nacionales. Los miembros representaban a los 48 estados, e incluían a muchas mujeres, una rareza en las orquestas de aquel tiempo. A los ensayos intensivos, concentrados, seguían giras por todo Estados Unidos y América Latina.
El proceso entero se repitió en 1941, reclutando y entrenando a un nuevo conjunto, que realizó giras por Estados Unidos y Canadá. Los planes para nuevas ediciones anuales se vieron frustrados por la entrada de Estados Unidos en la Guerra, lo que significó, como lo señala Trudeau, “que la juventud de América tendría otros planes de empleo”.
Durante la gira de 1941, Stokowski dijo: “Yo no cambiaría esta orquesta por ninguna otra en el mundo. Estos jóvenes son fenomenales. Técnicamente son iguales a muchos músicos. Y tienen el entusiasmo de la juventud. Son tan sensible, tan rápidos. Con ellos tocar música no es simplemente un trabajo. Sienten amor por esto”.
Tres CDs recientes demuestra que el alarde de Stokowski no era meramente una hipérbole promocional (de lo que él era un maestro). Por improbable que parezca, la AAYO se cuenta entre las mejores grabaciones orquestales que se hayan realizado. Estas grabaciones no funcionan a pesar de, sino por, la juventud e inexperiencia de los músicos.
Sus interpretaciones brillan con una maravillosa emoción por el descubrimiento, libre de la inmovilización de la estandarización rutinaria cuya repetición, exceso de familiaridad y la necesidad de adaptarse a un desfile de líderes invitados se reproduce en casi todos los profesionales experimentados.
Realmente puede escucharse el entusiasmo de los músicos mientras profundizan en la música, como si fuera la primera vez. Su ardor es contagioso y emocionante. También afecta profundamente, ya que resuena profundamente en cada oyente hasta reavivar la insustituible emoción de su propio encuentro inicial con la buena música.
La AAYO era un sueño hecho realidad para sus miembros –la oportunidad de su vida para un estudiante desconocido, de poner en marcha su carrera con uno de los directores más grandes del mundo. Estos chicos sabían que habían obtenido el premio mayor, y con cada nota tenían que satisfacer las expectativas demostrando su madurez, brillantez y valor.
La AAYO también era el sueño de su director. Flamante y libre del sello de cualquier otra influencia, su lealtad y devoción eran absolutas. Stokowski aprovechó al máximo la capacidad de la AAYO y su deseo de responder a su exclusiva dirección, y produjo espectáculos que incluso fueron más allá de extremos interpretativos que fueron a la vez la ruina y la gloria de su profundo arte personal.
La voluntad de la AAYO de transmitir la singular visión de Stokowski es incomparable por ningún otro ensamble profesional que haya dirigido.
Continuará...
Traducido de: Forever Young / Peter Gutmann
véase el art. original en: Classical Notes